Ayer estuve paseando por Baker Street. La calle que en su día inspiró al maestro Gerry Rafferty hoy estaba bajo mis pies. En ella había desiertos en mitad de la ciudad que me hacían sentir frío. Había mucha gente, quizá la mayoría sin alma. El sol estaba brillando en un extraño día gris que encapotaba la ciudad y yo, lentamente caminando iba descendiendo por Baker Street. Pensando en que todo lo que estoy haciendo, si lo hago con gusto, sabré hacerlo bien y cada noche me podré acostar con una sonrisa en la cara.
Camino por la calle por donde la luz me lleva a ese lugar donde sólo se permite soñar, abriendo las puertas a lo desconocido y siendo capaz de enfrentarme a cualquier cosa
Y allí, en el 221B de Baker Street, como si el tiempo no pasara, la casa de Sherlock Holmes agolpada de turistas que por un momento querían revivir la ficción creada por el británico Arthur Conan Doyle. Una de las arterias principales Norte-Sur de Londres respecto al tráfico seguía hoy congestionada al igual que por aquel entonces: “Alto, rubicundo, completamente afeitado, cuyos ojos claros y colorados carrillos pregonaban que su poseedor vivía lejos de las nieblas de Baker Street”.
“Just one more year and then you´ll be happy”
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