Hace unos días estuve paseando por una de las zonas más industriales de Londres. Anduve durante algo menos de una hora por una especie de paseo marítimo a las orillas del Támesis. Mi idea era fotografiar aquella zona, relajarme antes de una jornada de trabajo, sentarme, leer, escribir lo que sería este post,... pero escogí el día más horroroso e inestable para hacerlo, así que tuve que reducir el tiempo de mi excursión mañanera.
La verdad es que la zona no era nada turística: barcos industriales, suciedad en las orillas del río, ... Pero había algo que me gustaba y evitaba que me fuera de allí. Algo que me hacía sentir en una antigua película inspirada en Londres: ambientada en días lluvios, grises, con el sol apareciendo de repente sin esperalo como un halo de tranquilidad frente a la penuria pasada. Y el aire... indiscutible protagonista.
Había algo que me atraía...
Quizá el olor a río recién mojado por la lluvia, la inspiración a tranquilidad por el nulo ruido de la gran ciudad. El sosiego entremezclado con el bullicio de las aves...
... y es que la sensación de tener la cara mojada mientras el viento te roza en la cara... no tiene precio!
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